LENGUAS EN CONTACTO.
EL SUBSTRATO QUECHUA
EN EL NOROESTE ARGENTINO
0. INTRODUCCIÓN
Aún no ha empezado el estudio sistemático
del influjo de los substratos y adstratos indígenas en el español
de la Argentina. Las causas de tal situación son muy poderosas:
a pesar de importantes contribuciones aisladas no hay un conocimiento
suficientemente completo, descriptivo e histórico, del conjunto
de los dialectos americanos (incluida la Argentina); los estudios
científicos de las lenguas americanas de nuestro país
se han iniciado hace pocos lustros; y, más aún, numerosas
lenguas -desde las que se hablaron ya en el 101 milenio A.C.- han
muerto sin dejar documentación que permita conocer sus sistemas fonéticos
y fonológicos, sus estructuras morfo-sintácticas y
sus repertorios léxicos.
Los filólogos y lingüistas
romanistas han mostrado, en general, una tendencia a minimizar el
papel del substrato indígena en la formación del español
americano [1]. Ello se debió, en gran parte, a queeran
estudiosos casi exclusivamente de gabinete, cuya experiencia lingüística
se reducía fundamentalmente (en el caso de la Argentina) al
español hablado en Buenos Aires y alguna otra gran ciudad,
en especial la lengua culta.
La posición de tales estudiosos se
caracteriza por destacar la homogeneidad del español americano
frente a la diversidad del peninsular. Se han hecho listas de unos
pocos rasgos que serían comunes para toda América española
y con ellos se esboza una especie de ´modelo´. Este concepto
de UN español americano seguirá la misma suerte
que las ideas análogas de UNA raza americana y de las lenguas indígenas americanas todas
incorporantes y polisintéticas. Tales concepciones se originaron
en síntesis apresuradas, sin verificación previa de
los hechos.
Para demostrar la influencia del substrato en el español
americano, los romanistas exigen el cumplimiento de ciertas premisas
metodológicas, pero en sus argumentaciones en contra de aquella
posibilidad suelen echar mano a fenómenos documentados en algún
dialecto peninsular sin llenar todos los requisitos que exigen a
los americanistas. A éstos les demandan el conocimiento diacrónico
de las lenguas indígenas; ellos se conforman a veces con conocer
sólo el estado actual de algún dialecto español.
Frente al escepticismo que manifiestan ante ciertos posibles o probables
influjos del substrato (o adstrato) muestran una rápida aceptación
de la ´gran influencia´ del español sobre las lenguas
indígenas -en muchos casos indudable, por otra parte.
Se destaca el bilingüismo de muchas áreas y se califica
de ´mala traducción al español´ a ciertos
hechos de aculturación lingüística. Se apela al
concepto mecanicista y biologicista de la ´evolución del
español´, o las ´tendencias del español´.
Se sienten atraídos por el ´conservatismo´ lingüístico
antes que por el cambio y las influencias de substrato o adstrato;
apelan a éstas sólo luego de agotar todas las posibilidades
de explicación mediante las ´tendencias´del español
(e incluso del latín vulgar y las lenguas romances).
Cuanto más, tal posición ´europocéntrica´
acepta para el substrato lingüístico indígena un
papel de ´factor coadyuvante´, ´fomento´ o ´disposición
favorable´: sería un simple catalizador de algún
proceso de origen hispánico.
Es verdad que se han cometido
muchos errores al querer acentuar la influencia del substrato en la
formación del español americano; el ejemplo clásico
es la concepción del ilustre Rodolfo Lenz, según la
cual "el español de Chile (es decir, la pronunciación del pueblo
bajo), es, principalmente, español con sonidos araucanos" [2].
Sin embargo, debe reconocerse
que las exigencias metodológicas propuestas por Amado Alonso
para demostrar la influencia del substrato indígena no se han
aplicado para demostrar la filiación española de ciertos hechos
lingüísticos [3]. Así, cuando
se dice que en Álava, Rioja, Navarra y Aragón hay una rr asibilada igual a la que existe en ciertas áreas
de América, no se ha demostrado que pobladores procedentes
de aquellas zonas hayan "influido concretamente en la constitución
demográfica y en la estructura social de la población
hispanoparlante", como lo pide la 10 exigencia en el caso de las
lenguas indígenas. Tampoco se han investigado los sistemas
fonéticos y fonológicos de los dialectos españoles,
tanto en su aspecto sincrónico como en el diacrónico,
según se exige para el caso de las lenguas indígenas.
Los romanistas han aplicado en América
los conceptos de substrato, superstrato y adstrato lingüísticos, creados para situaciones
europeas por los lingüistas Graziadio Ascoli, Walter von Wartburg
y Marius Volkhoff, respectivamente, redefiniendo sus contenidos originales. Ello es bien evidente en el caso del término substrato, que se creó para designar las tendencias
de la vieja lengua abandonada que obran en la lengua
adquirida y en América se aplicó también a la
influencia de las lenguas vivas sobre el español [4]. En América se puede dar al concepto de substrato una connotación sociocultural. Por
otra parte, la denominación adstrato se ha
hecho sinónimo de lenguas en contacto, no por vecindad geográfica
de sus hablantes sino por coexistir en la conciencia lingüística
de los hablantes bilingües y multilingües.
1. PLANTEOS PRELIMINARES
1.1. LENGUA Y CULTURA
La lengua es parte integrante y necesaria
de la cultura; por su función como sistema de comunicación
forma parte del marco de referencia que contribuye al mantenimiento
de la sociedad y de su cultura no lingüística (aunque
en ocasiones puede llegar a ser disfuncional).
Debido a su estrecha interrelación con los otros componentes
culturales, la lengua organiza la realidad y la simboliza de acuerdo
con la Weltanschauung dada por una tradición cultural, sirve
como importante medio de aprendizaje y transmisión de ésta
y, en su forma escrita, es uno de los testimonios más importantes
para el conocimiento de muchas culturas desaparecidas.
Cualquier lengua, como cualquier cultura, es una totalidad de aprehensión
inagotable por la infinidad de rasgos registrables y analizables
que posee.
El estudioso, en realidad, no se enfrenta
con lenguas en el sentido saussureano, que son construcciones
abstractas creadas por el investigador y cuyo modelo varía
con las teorías en boga (a veces simples analogías con
nomenclaturas de otras ciencias), sino con hablas concretas, también estructuradas, realizaciones de cada individuo
en su rol de hablante o escribiente, y que representan una pequeña
parte del macrocosmos compartido por una comunidad hablante y distribuido,
según roles, entre sus miembros.
No hay lenguas ni culturas aisladas, totalmente
homogéneas, estables y nítidamente delimitadas. De allí
el problema para establecer subdivisiones lingüísticas
o culturales (áreas de habla y áreas
culturales).
Mientras hay gran coincidencia en la percepción de los rasgos
y es posible llegar a trazar líneas isoglosas (que unen localidades con iguales rasgos lingüísticos),
e isoides (que unen localidades con iguales rasgos culturales),
es difícil que tales líneas formen haces definidos.
La variedad de criterios tenidos en cuenta por los estudiosos para
seleccionar los rasgos definitorios llevará a la creación
de áreas no concordantes.
1.2. DIVERSIDAD
LINGÜÍSTICA
El investigador de campo sabe que si se recorre
un territorio donde se emplean lenguas cognadas se atravesará
un continuum dialectal, con inteligibilidad mutua
inversamente proporcional a la distancia o a la dificultad de comunicación
física entre las comunidades de hablantes, sin respeto por
las fronteras políticas. Así, las hablas cuyanas se
continúan con las de Chile; las del Noroeste, con las de Bolivia;
las del Nordeste, con las de Paraguay (e incluso Brasil); las del
área pampeana, con las de Uruguay. Sin embargo, será
posible hallar focos con mayor uniformidad (rodeados por varias
isoglosas) separados por zonas de transición con mayor diversidad y
competencia de normas.
Ya hemos dicho que no hay comunidades de
hablantes aisladas, impermeables, totalmente homogéneas y con
límites nítidos, aunque la diversidad sea menor en
pequeñas comunidades rurales.
Para abordar la compleja realidad lingüística de nuestro
país tiene cierta utilidad distinguir varias estructuras, códigos
o niveles de comunicación, cada uno de los cuales se diversifica
según contextos y situaciones socioculturales. Creemos que
se pueden diferenciar analíticamente por lo menos tres tipos
de estructuras:
1) la mal
llamada lengua general o lengua "nacional" en su nivel o estilo formal. Es la lengua cultivada, urbana
por excelencia; se necesita cierto nivel de instrucción y de
participación en la cultura dominante o hegemónica para
comprenderla. Es propia de gente culta (en sentido no antropológico),
utilizada en conferencias académicas, tratamientos protocolares,
editoriales de ciertos diarios, mensajes de jerarquía eclesiástica,
dictámenes y fallos del poder judicial, etc. Se aprende mediante
estructuras secundarias (escuelas, colegios, academias) con enseñanza
de reglas y normas y por la frecuentación de obras literarias
de ciertos autores. Posee gran tradición de estudios, con gramáticas,
diccionarios, ortografía, etc. Es conservativa y posee gran
uniformidad, a pesar de pequeñas variantes geográficas. Se
halla desfasada respecto a la realidad lingüística viviente.
Goza de gran prestigio en ciertos grupos sociales (o subculturas),
de allí que ciertas personalidades la utilicen fuera del contexto
apropiado creando el ridículo. Es la "buena" lengua, opuesta
a la "mala". Sufre periódicas rectificaciones de normas con
aceptación de formas hasta ese momento consideradas "malas".
Adopta y adapta voces extranjeras que se universalizan.
2) la llamada lengua general en
su nivel o estilo llano o informal. Es la lengua
común, con un amplio espectro y gradiente de variantes regionales
y socioculturales. Fundamentalmente todas poseen un núcleo
común basado en el dialecto de la metrópolis. Es hablada
y escrita. Requiere un nivel de instrucción menor que la anterior.
Abarca las hablas comunes de la radio y la televisión, de
algunas revistas populares y las notas periodísticas; está
reflejada en cierta literatura contemporánea. Es la lengua
informal propia de las ciudades y grandes pueblos, aprendida por
imitación, sin enunciación de reglas y normas, especialmente
mediante los grupos primarios (familia, grupo de parentesco, amigos),
aunque también por los medios de comunicación masiva.
Es unificante y con mayor dinamismo que el estilo formal; suele presentar
modas de habla de supervivencia efímera.
Gran parte de su léxico es común
con el estilo anterior, pero hay voces del campo del arte, la filosofía,
la ciencia, la técnica, etc. propias del estilo formal y expresiones
populares propias del estilo llano. Existen parejas de voces con espectro
semántico más o menos equivalente pero con un miembro
considerado alto y el otro bajo (prostituta o ramera / puta; cerdo / chancho).
Estos tres modelos construidos no agotan la realidad pues hay numerosas
transiciones entre ellos. Además, suelen coexistir en la
misma localidad pues hay hablantes bilingües en sentido amplio
(que usan alternadamente dos lenguas, dialectos o variedades). Muchos
habitantes urbanos pueden usar el estilo formal y el informal. Algún
poblador de una villa provinciana podrá hablar el dialecto
regional y la lengua general. Incluso, en pequeñas comunidades
rurales junto al conocedor sólo de la variedad local, que nunca
salió de su aldea, es posible hallar al hablante de la variedad
local y del dialecto regional, y raramente al que puede expresarse
también en la lengua general. La variación de código
es mayor en los hablantes que mantienen relaciones extralocales.
La diversificación de roles lingüísticos
se produce en todos los niveles, además, por la existencia
de otras variantes subculturales como las clases sociales, las distintas
profesiones, oficios u ocupaciones, los grupos de edad o generacionales.
Por otra parte, la relación entre el status de los hablantes,
el grado de intimidad de los mismos, el contexto en el cual se establece
la comunicación (lugar y oyentes), el tema abordado, el medio
empleado (habla, drama, escritura, canto, etc.) determinan la elección
del estilo o subcódigo. Todo ello, sin tomar en cuenta las
peculiaridades de los distintos idiolectos, la incidencia de factores
emocionales, patológicos, etc., que son rasgos individuales.
Si a esto se agrega el bilingüismo en sentido
restringido, debido al contacto con otras lenguas, como el portugués
de Brasil (que originó en Misiones el dialecto caingusino) y una docena de lenguas indígenas
vivas -para no citar las lenguas de las minorías étnicas
europeas y asiáticas- se tendrá una idea del complejo
campo de interrelaciones lingüísticas que es la Argentina.
Para los fines específicos de este trabajo quizás
sea más sencillo reducir esta diversidad a una oposición
polar entre lengua urbana y lengua rural.
La lengua urbana se caracteriza por la tendencia
general a la unificación, la facilidad de comunicación
y gran amplitud de su red (que posibilita la vinculación a
nivel nacional), la contribución de las estructuras secundarias
a la internalización de las normas lingüísticas, el gran
influjo de la letra impresa, el perfeccionamiento de su empleo mediante
el logro personal, la existencia de una lengua científica
y técnica con neutralidad afectiva. Pero, por otra parte, surge
una masificación acompañada del uso de palabras con
contenido genérico, difuso, y el empobrecimiento del léxico.
La lengua rural se caracteriza por la tendencia
a la diversidad regional, por los dialectos, la existencia de lenguas
locales (indígenas o no), la comunicación y comprensión
regionales o locales, la internalización de las normas por
medio de los grupos primarios, la transmisión oral, la adscripción
del código, el gran empleo de recursos afectivos (entonación,
habla en inspiración, interjecciones, diminutivos e hipocorísticos).
Las culturas rurales de nuestro país
son en gran parte una compleja hibridación de las culturas
españolas de los siglos XVI y XVII con ciertos rasgos indígenas.
Luego se les agregó el aporte de los inmigrantes de otros países
del Viejo Mundo, en grado variable según las diversas áreas
geográficas. Además, debe sumarse una influencia rioplatense
(o de las metrópolis) acorde con la relación con los
centros urbanos. Ello se refleja también en el habla rural.
1.3. CAMBIO LINGÜÍSTICO
Como hecho cultural, toda lengua se halla
en cambio constante y gradual, en un permanente equilibrio inestable
entre la tradición y la innovación.
Hay cambios internos que se deben al aislamiento
y llevan a la fragmentación dialectal de la lengua con divergencia
de códigos, que muestran una asincronía regional. Pero
también hay cambios por causas externas, debido al contacto
de lenguas o dialectos, cuyo locus es el individuo
bilingüe o multilingüe. En estos contactos hay difusión,
préstamo o transferencia de rasgos lingüísticos
(tal como sucede con los rasgos culturales en el contacto entre culturas),
con cierta convergencia en sus códigos. El aprendizaje de las
normas de una lengua distinta constituye una aculturación lingüística.
Además, el cambio lingüístico
generalmente está reflejando cambios de la cultura no lingüística.
Un documento de la realidad del cambio y la diversificación
de una lengua se halla en sus diccionarios, depósitos de términos
acumulados según dos dimensiones: tiempo y espacio. Allí
se halla lo obsoleto, lo obsolescente y lo arcaico junto a innovaciones
recientes; voces generales junto a regionalismos, provincialismos
y localismos.
Los rasgos que se transfieren y adoptan en
situaciones de contacto crean interferencias con el sistema de la
lengua receptora y desvío de normas que pueden llegar a reestructuraciones.
Las interferencias se producen en ambas lenguas (o dialectos) en
contacto, que son, al mismo tiempo, dadoras y receptoras, pero la relación entre ellas
(o entre las culturas de las que forman parte) es la que determina
lo que sus hablantes aprenden de los hablantes de la otra. Además,
el flujo puede variar en intensidad y dirección con el tiempo.
La lengua dominante o
"superior", o sea, la de la cultura dominadora o hegemónica,
la del conquistador, la del grupo gobernante, la de mayor prestigio,
la que es más útil para comunicarse, la que tiene mayor
uso literario, la que sirve para mejorar el status social, transfiere
mayor cantidad de rasgos a la lengua dominada o
"inferior", la de la cultura dominada o subalterna, la del
pueblo conquistado, la de las culturas marginadas.
Las normas se suelen difundir desde los centros
urbanos al campo -más ahora con el auge de las radios a transistores-.
Son factores de cambio las relaciones comerciales, el contacto con
centros de servicios, el crecimiento de los medios de transporte
y de comunicación, las migraciones estacionales u ocasionales
por razones de trabajo, las fiestas religiosas que atraen gran cantidad
de fieles extralocales.
Los préstamos, adopciones o interferencias
pueden ser fónicos, fonémicos, morfémicos, léxicos,
morfosintácticos o semánticos. Su campo por excelencia
es el léxico, porque los préstamos de bienes culturales o
de normas sociales suelen ir acompañados por su denominación
en la lengua de la cultura dadora. Voces de especial significación
cultural son los nombres de artefactos, vegetales cultivados, animales
domésticos, status con prestigio social, político o
religioso, objetos de trueque, voces con alta carga emocional (insultos,
denominación de órganos genitales y excreta, interjecciones,
etc. -que son también los que suelen sobrevivir con mayor frecuencia).
2. EL CONTACTO LINGÜÍSTICO
HISPANOQUECHUA
En esta ocasión nos interesa solamente
el contacto entre el español y los dialectos quechuas en el
Noroeste argentino. Tal contacto fue extenso e intenso en tiempos
históricos, durante la Conquista y la Colonización.
El quechua había sido lengua de penetración
cultural y de dominio político ya en tiempos prehispánicos,
introducida por el estado totalitario de los Incas -como lo llamara
el etnólogo finés Rafael Karsten. Los conquistadores
españoles la emplearon como ´lengua general´ en el
Tucumán y su expansión fue apoyada, en un primer momento,
por las Leyes de Indias y la Iglesia; el instrumento inmediato de
su difusión fueron los indios de servicio (yanaconas) peruanos.
Los doctrineros estaban obligados a aprenderla.
Más tarde, durante las luchas de la
Independencia tuvo un rol netamente político; no hay más
que recordar la proclama de Francisco Javier Iturri Patiño
del 9 de agosto de 1810 (impresa en Buenos Aires), la proclama de Juan
José Castelli del 5 de febrero de 1811, el decreto de la Junta
Provisional Gubernativa de las Provincias Unidas del Río
de la Plata del 11 de septiembre de 1811, el decreto de la Asamblea
general Constituyente del 12 de marzo de 1813, el Acta de la Independencia
del 9 de julio de 1816, todos con texto impreso también en
quechua boliviano.
Tal circunstancia debe de haber contribuido a conferirle un status
superior a otras lenguas indígenas, incluso generales, pero
poco a poco el área en que se habla va retrayéndose.
Actualmente sobrevive localizada en la Puna y en la Provincia de Santiago
del Estero (para no citar los núcleos bilingües de las
"villas" de la gran conurbación de Buenos Aires). Señalaremos
que no hace mucho se distribuían volantes políticos
y comerciales impresos en el dialecto santiagueño, llamado quichua (tal como se llamó también el
antes hablado en Catamarca y La Rioja).
2.1. PRÉSTAMOS QUECHUAS
Si bien todos los préstamos se originaron
en el contacto entre lenguas ocurrido en individuos particulares,
actualmente se documentan también en áreas monolingües
por desaparición de la lengua dominada. No hace falta insistir
en que el carácter de préstamo o adopción lo determina
el investigador pues muchos hablantes no tienen conciencia de ello.
El único fenómeno de substrato
admitido sin discusión pertenece al campo del léxico,
que es la contribución más caudalosa de las lenguas indígenas
al español. Incluso los monolingües emplean voces indígenas
tomadas en préstamo. El Noroeste es el área donde es
mayor la riqueza en léxico de origen quechua, que sobrepasa
el millar de voces. Se trata de designaciones de flora y fauna, accidentes
geográficos, utensilios, vestimentas, comidas, ocupaciones
y oficios, creencias, instrumentos musicales; incluso denominaciones
anatómicas, interjecciones, etc.
El quechua no sólo fue lengua dadora con respecto al español
sino también -por haber sido una lengua de alta cultura- con
relación al mapuche, huarpe, lule y otras lenguas indígenas
de nuestro país. A su vez, no ha dejado de recibir préstamos
de otras lenguas indígenas a las que se sobrepuso y que constituyen
substratos dentro de un substrato -o adstrato, según el área-,
lo cual crea interesantes e importantes problemas al estudioso que
desee abordar los fenómenos de contacto lingüístico.
En esta contribución no nos ocuparemos
de este tema porque ya ha sido tratado -con mayor o menor felicidad-
por muchos lexicógrafos.
2.1.1. Si dejamos de lado el problema de las entonaciones
regionales, que presentan variedades cuya difusión no coincide
con la distribución actual e histórica de las lenguas
indígenas particulares, hallaremos un préstamo fonético
del quechua al español en la pronunciación de la s tal como es articulada por bilingües y monolingües
de Santiago del Estero y la Puna. Tanto en principio como en fin de
sílaba (incluso ante otras consonantes) es fricativa alveolar
sorda acanalada. En Santiago del Estero es general en todos los niveles
de habla; en la Puna es característica del habla rural.
En el quichua de Santiago del Estero, incluso
en fin de sílaba se opone a la fricativa vélica sorda,
por ejemplo, kas ´siendo´/kaj ´el que es´, qos ´dando´/qoj ´el que da´, nanas ´dolores´,
´doliendo´/ nanaj ´que duele, doloroso´.
Tal hecho ha contribuido para el mantenimiento de tal pronunciación
en el español regional, lo cual lo diferencia del español
de otras áreas (como el porteño) donde la s en final de sílaba tiene una rica serie de variantes por asimilación
a la consonante siguiente e influjo de vocal anterior cerrada precedente.
Ya Ricardo Rojas había
llamado la atención sobre las eses sibilantes de los "santiagueños,
tucumanos y salteños" y aceptaba una influencia quichua [5]. Morínigo también atribuye
la falta de "aspiración" de la s en
Santiago del Estero al mismo substrato [6]. Vidal de Battini se refiere a la s "muy tensa y sibilante" de Santiago, parte de Catamarca (por ejemplo,
Fiambalá), o de Salta y Puna Jujeña, atribuyéndole
origen indígena [7].
Hay una tendencia en el habla rural del Noroeste,
sobre todo en áreas poco comunicadas, particularmente con
bilingüismo (como Santiago del Estero y la Puna), al cierre de
las vocales e y o (más en
posición final de tema e inacentuadas) hasta llegar a ser substituidas
por i y u, respectivamente. Es frecuente
comprobar una fluctuación en el grado de abertura de las citadas
vocales. El cierre de la e (lechi, antis,
tigri, picoti) es menos frecuente que el de la o (digu, gringu, dichu, nidu, avíu, conocíu,
hijitu).
Tal fenómeno, que se ha documentado
en áreas rurales de otros países de habla española,
casi seguramente ha sido reforzado o provocado por los hábitos
fonológicos del quechua. Se sabe que históricamente el
quechua tuvo tres fonemas vocálicos /a, i, u/
pero por contacto con el español y quizás otros sistemas
fonológicos indígenas, el quechua boliviano y los dialectos
argentinos adquirieron los fonemas /e, o/ -que antes
sólo eran variantes combinatorias de los fonemas /i,
u/ con menor frecuencia de realización; a pesar de ello tanto
en el dialecto santiagueño como en el boliviano existe una
complementación parcial en la distribución de los miembros
de las parejas e/i y o/u (por ejemplo, junto a postvelar aparece
el miembro menos cerrado).
En gran parte de esta misma región y del centro del país
el sistema fonológico del español ha
incorporado el fonema /sh/ (fricativa, palatal, sorda)
debido al sustrato quechua (santiagueño, catamarqueño
o boliviano): Por distintas razones históricas ha ocurrido
un fenómeno de convergencia con la situación del dialecto
porteño-bonaerense donde el fonema /sh/
se incorporó debido a los préstamos del italiano, francés
e inglés, especialmente.
La aceptación de este fonema significó
una reestructuración del sistema español en el orden
palatal, donde la asimetría y disfuncionalidad era evidente
en la oposición de una pareja: ch / s (cuando
no había seseo) y ch / y (cuando había
seseo).
Por otra parte, en un área focalizada
en la Provincia de Santiago del Estero la ll del español
y del quichua se realiza como /zh/ (fricativa,
palatal sonora), por lo cual debe atribuirse también al contacto
con esta lengua. El mismo fenómeno ha sido documentado en el
quichua del Ecuador (Colta, provincia de Chimborazo) y se sabe que en
ciertas áreas del Ecuador la ll es
pronunciada en español igual que el quichua de Chimborazo, el español
y quichua de Santiago del Estero. Lo mismo ocurre en dialectos quechuas
de Ferreñafe, Cajamarca, Chachapoyas y Lamas (Perú).
Con la incorporación de la /sh/
y /zh/ el orden palatal del español de Santiago
se ha tornado en un haz simétrico y estable /ch/zh/sh/
por influjo de la estructura fonológica del quichua (así
como ha ocurrido en porteño-bonaerense por otros factores externos).
El fonema /sh/ no sólo
existe en centenares de préstamos léxicos del quechua
(y algunos seguramente del kakán) al español del Noroeste,
frecuentemente empleados en dialectos regionales y raramente en la
lengua general; también ha sustituido la /s/ en temas
españoles: crushar ´sujetarse con las
piernas en las verijas del burro o caballo´, shentaquiar ´hacer sentar en el suelo a alguien de una trompada´, crushaco, ca, ´persona movediza, inquieta, que
anda cruzando de un lado para otro´, shema ´torta
hecha con acemite o harina morena´, pashango, ga, ´seco, arrugado´, pasha,
´aplastado, da´, tosheque, ´que
tose con frecuencia´, ashinita (diminutivo
de asina, ´así´), etc. También
ha ocurrido el mismo cambio fonológico en sufijos, como en ahishito y aquishito. Se lo ha documentado
asimismo en una caudalosa serie de hipocorísticos de la cual
solamente citaremos Cunshi (Concepción), Jashi (Jacinto, ta), Jishu (Jesús), Shaca (Zacarías), Shalu (Salustiano,
na), Samu (Samuel), Shanti (Santiago), Shatu (Saturnino), Sheba (Sebastián,
iana), Shinfu (Sinforoso, sa), Shula (Solano). Hay que señalar que este fonema muchas veces manifiesta
una carga semántica afectiva volcada en despectivos, diminutivos
y otros derivados que connotan afecto.
2.1.2. En cuanto a los fenómenos de substrato morfosintáctico dice Amado Alonso que
son exclusivos de las regiones bilingües [8].
Más exacto sería decir que se originaron en áreas
bilingües y son más abundantes en los individuos bilingües,
aunque actualmente también se los puede documentar en zonas
monolingües, por ejemplo, La Rioja y Catamarca (que sólo
fueron bilingües hasta fines del siglo pasado).
Este tipo de fenómeno de substrato
ha escapado en general, a la atención de los estudiosos porque
casi no ocurre en la lengua general. Es característico de los
dialectos regionales, en especial del habla rural y familiar.
Se ha querido reducirlo a una transferencia
léxica que incluye sufijos o una estructura gramatical quechua;
pero la transferencia léxica puede llevar a aislar los sufijos
y emplearlos con temas españoles, o a copiar el modelo gramatical
indígena y emplearlo con palabras españolas.
Un sufijo tomado en préstamo del quechua es -na; deriva sustantivos a partir de temas verbales con el significado
de acción potencial, objeto o instrumento de dicha acción,
o lugar de la misma. En el español regional del Noroeste se
conocen varias decenas de voces con este sufijo unido a temas quechuas.
Nosotros solamente citaremos los casos híbridos en los que
el tema es español, aunque algún ferviente opositor
del substrato morfológico podría decir que se trata
de préstamos léxicos de hispanismos en el quechua (o sea, préstamos
de préstamos, préstamos secundarios o de rebote). Algunos
de los ejemplos poseen equivalencia con formas totalmente quechuas:
Picana es general en la Argentina
con el significado de ´caña con una púa de hierro
en un extremo que sirve para aguijar a los bueyes de la carreta o
del arado´. Menos difusión tiene su acepción de ´parte
del anca de la res o del avestrúz´ (porque es la región
anatómica donde se aplica la picana). La voz quichua santiagueña
que incluye a todos los instrumentos para aguijar y al lugar donde
se aguija es tujsina.
Saltana ´piedra que
sirve para vadear arroyos, acequias o charcos, saltando sobre ella´.
La voz quichua santiagueña para todas las cosas sobre o con
las que puede saltase es pinkina.
Mudana ´tapón
hecho con champa o tierra en la boca de una acequia para mudar el
rumbo del agua desviándola hacia otras´, ´boca de una acequia´.
Raspana ´instrumento
que emplean las tejedoras para desenredar los hilos de la urdimbre´,
´instrumento que emplean las alfareras para alisar la superficie
de los objetos modelados con arcilla cruda´.
Prendina ´prendedor,
generalmente improvisado con una espina larga o un palito aguzado´
(como en los costales hechos con un chusi una tela
tejida a peine´ prendidos con espinas de quimil o de algarrobo
negro).
Yugona o yuguna ´parte del cogote del animal donde se apoya el yugo´.
Hachana y hachina ´corte hecho
por el hacha en el tronco de un árbol, generalmente para buscar
miel´.
Atana ´hilo o cuerda
que ata la boca del costal, chajna o cutama´, ´tira de
chala con la que se atan las humitas´. La voz quichua que designa todo
aquello que sirve para atar es watana.
Atauna ´armazón sobre la que se transporta
a pulso el ataúd´.
Tirina ´cosa que sirve para tirar´ (como
la perilla de un cajón). En quichua, aysana.
Divisana ´divisadero, lugar desde
donde se puede mirar a la distancia´. En quichua la voz para
designar a un mirador es qaana.
Cinchana ´lonja usada como cincha en el aparejo
de carga´.
Parejana ´cancha donde corren los parejeros o
caballos corredores´.
Rodeana ´sitio donde se hace el rodeo del ganado
o de la caza´, ´lugar donde se rodea leña´.
Rondana ´lugar donde ronda algún
animal´, ´lugar donde se rodean animales´.
Sestiana ´lugar donde se sestea´.
Boliana ´lugar donde se bolean animales silvestres´.
Sombreana ´lugar donde se está a la sombra´.
Tabiana ´lugar donde se juega a la taba´.
Cruzana ´lugar donde se cruza´.
Cuidana ´lugar donde se cuida alguna cosa´.
Danzana ´lugar donde se baila´. En quichua, tusuna.
Otro sufijo de derivación prestado
al español regional del Noroeste es el verbalizador -cha, que se agrega a temas nominales o adjetivos para
formar verbos que significan hacer o crear lo denotado por el tema;
y también, quitarlo. A veces está precedido por el sufijo -n, neutro o semánticamente vacío (cuanto
más, enfático). Se conocen más de veinte voces
con temas quechuas usadas en el dialecto español del Noroeste.
Algunas voces con temas españoles son:
Culanchar y culanchear ´recular, retroceder, echarse atrás, acobardarse, tener
miedo´.
Puntachar ´aguzar,
sacar punta´.
Bolachar y bolanchar ´redondear,
dar forma de bola´.
Bolanchao (<bolanchado < bolanchar) ´masa de mistol molido y harina de algarroba
o maíz dulce a la que se da forma redondeada´, ´cuajada
o quesillo con forma de bola´.
Pilachar ´desnudar´. Derivado del adjetivo
regional pila ´desnudo, pelado´.
Tacuchar ´rellenar un hueco, atacar, apretar
un taco´.
Maninchar ´ponerle asas a un objeto´ (como
ser una olla).
Alanchar ´levantar las alas de los pollos´.
Hilanchar ´tajar hasta que cuelgue la carne hecha
tiras delgadas´
Volcachar ´volcar´.
Vueltachar ´dar vuelda´, ´dar vueltas´
Tripanchar ´sacar las tripas´, ´limpiar
tripas´.
Creemos que también deberían
incluirse aquí dos verbos comunes: tartanchar ´tartamudear´, al que consideramos derivado de tarta ´tartamudo, tratajoso´ (lo mismo que el derivado tartancho, cha) y curcunchar ´encorvar´
(curcuncharse ´encorvarse´), al que consideramos
derivado de curco, ca ´jorobado, encorvado, agobiado´
(lo mismo que el derivado curcuncho, cha).
El sufijo quechua de derivación nominal -lo
/ lu forma a partir de sustantivos, adjetivos y verbos, adjetivos
que indican posesión en grado aumentativo y, a veces, despectivo.
Por influencia del español suelen tener flexión genérica.
Si la vocal final del tema español posee aberturas media suele
cerrarse. No creemos que este sufijo sea la adaptación de un
sufijo español más o menos equivalente, como -udo, -uda, pues no responde a las reglas de la equivalencia
fonética. Asimismo es muy improbable una formación analógica
sobre el modelo de santulón.
En el español regional y familiar del Noroeste se conoce
una treintena de voces derivadas mediante este sufijo a partir de
temas quechuas. Las derivadas con tema español son:
Mudrilo, la ´mugriento,
sucio´ (< mudre < mugre).
En quichua, mapalu, la.
Caguila ´cobarde, cagón´; también
´mezquino´. En quichua, akalu, la.
Tontulo, la ´tonto, zonzo´. También
se emplea la forma tontola ´tonta´.
Pashilo, la ´paseandero´(< pasiar < pasear).
Bumbulo, la ´redondeado, rechonco´,
´persona baja y gorda, regordete´(< bombo).
También bumbulito, ta y bombolito,
ta.
Cashpilo, la ´casposo´.
Tapalu y tapalo ´botija de
barro tapada que se encuentra bajo tierra y contiene miel elaborada
por unas abejitas silvestres´.
Turulo, la ´aturullado, turulato,
tonto, distraído, loco´. También tuturulo, la.
Tululo, la ´tolondrón,
zonzo, aturdido´. También tololo, la.
Pegalo, la ´harina de maíz
tostado, cocho de maíz´(< pegar).
Un curioso derivado es la voz muchila ´muchedumbre, montón de gente´,
´un juego en el que se amontonan los niños en busca de
alguna prenda´. Así como también tropalo, la ´persona que trata mal a los demás,
especialmente a sus servidores´ (que semánticamente se
relaciona con tropelía).
Diacrónicamente se originó en el sufijo diminutivo
afectivo -lla por despalatalización de la palatal
lateral sonora; así es como el santiagueño utula ´pequeño´, ´poco´
corresponde al cuzqueño clásico huch´uylla.
Este sufijo posee bajo rendimiento funcional
en quichua, salvo en hipocorísticos. En dialectos regionales
del español, sobre todo en Santiago del Estero, se emplea también
con temas españoles.
Su uso general ocurre en dos voces: Vidala ´una canción tradicional del Noroeste con coplas octosilábicas,
motes y estribillos, acompañada con caja y guitarra´,
´una canción indígena de melodía tritónica,
también llamada baguala´. En el quichua local esta voz
significa ´vidita´. Vidalita ´varias
especies de canciones tradicionales con coplas hexasilábicas u
octosilábicas, algunas difundidas por el circo y el teatro´.
En el quichua local es un doble diminutivo, el diminutivo de vidala que equivale a ´viditita´.
Por influjo del español este sufijo
ha adquirido terminación genérica en algunos casos como
en cuñilo, la ´una especie de cuis llamado
conejo localmente´.
Es muy empleado en una serie de hipocorísticos: Crishula (Crescencio, cia; Crisóstomo, ma), Crushula (Cruz), Cunshila (Concepción), Cuñilu (Cornelio), Cuñila (Cornelia), Jishula (Jesús), Joshela (José), Rupila (Ruperto, ta), Shutula (Sotelo), Vitula (Victoria), etcétera.
Otro sufijo cuyo préstamo reconoce Amado Alonso, aunque
con idéntico status lingüístico que el anterior,
es -y, indicador de primera persona en la flexión.
Generalmente se emplea en vocativos y su función más
importante es señalar un vínculo que varía de
cariño a respeto según la relación que exista entre el
hablante y el oyente, y según el contexto de la interacción.
Algunas formas se transmiten formando parte de textos poéticos
de canciones, danzas, muchas veces como expletivos: viditay ´mi vidita´, vidalitay ´mi viditita´. El acento puede ser grave o agudo según
la tradición regional; es agudo en la zona norte del Noroeste
por influjo del quechua boliviano, es grave en su zona sur por influjo
del quichua santiagueño.
Algunas construcciones registrada en el español
rural del Noroeste, además de las ya citadas son: viday ´mi vida´, viditillay ´mi viditilla´, palomitay ´mi palomita´, viejay ´mi viejita´, aguelay y mama viejay ´mi abuela´, mamay ´mi madre´, mamitay ´mi
mamita´, tatay ´mi padre´, ´mi
papá´ y ´mi padre´ (fórmula de tratamiento
a un sacerdote), tatitay ´mi papito´, señoray ´mi señora´, señoritay ´mi señorita´, compañerituy ´mi compañerito´, queridituy ´mi queridito´ (expresiones
de cariño híbridas equivalentes a esta última y también
usadas en español son añuritay, chunquituy y chunquitay).
El español rural del Noroeste también ha recibido
el sufijo de origen quechua -co / -cu, en realidad
constituido por una secuencia de dos sufijos: -ku,
sufijo de flexión verbal con valor de reflexivo, indicador
de acción realizada en beneficio propio o de acción
habitual, seguido por el sufijo -j, nominalizador que deriva
voces con sentido de agente. Este segundo sufijo suele perderse en
español y algunas veces también en quichua, por lo cual -ku queda como sufijo final. Además, por influjo
del español, los adjetivos derivados han adquirido flexión
genérica. No debe ser confundido con el sufijo homófono -co / -cu, que posee valor aumentativo, afectivo
o despectivo, y cuya filiación está abierta a controversia
en muchos casos.
Todas las voces derivadas con el primer sufijo
son propias del español rural:
Bambaco, ca ´que camina bamboleándose, balanceándose,
con paso inseguro´(< ´que se bambolea´).
Desiacu, ca ´antojadizo, deseoso´
(< ´que suele desear´).
Crushaco, ca ´persona movediza, inquieta, que anda
cruzando de un lado para otro´ (< ´que suele cruzarse´).
Shintacu, ca ´tartamudo´ (< ´que suele
sentarse o quedarse´al hablar).
Pashuco, ca y pasuco, ca ´caballo
de sobrepaso, que levanta simultáneamente la mano y la pata
del mismo lado´, ´caballo de paso ligero, entre marcha
y trote´(< ´que anda al paso´).
Cinchaco, ´carga liviana que se transporta a
lomo de burro´ (< ´que suele cincharse).
Mana casuco, ca ´desobediente´. Frase nominal
formada por la partícula negativa quechua mana ´no´ y el agentivo casuco, ca ´que
hace caso, que obedece´.
Inshicu, ca ´animal que arquea el lomo´(<
´el que hincha o hinche´).
También podría pensarse en mashaco ´masa hecha con mistol maduro y harina
de algarroba´, ´masa de harina de algarroba humedecida´
procedería del agentivo ´que se amasa´, a pesar
de la existencia del sufijo de derivación nominal español -aco (despectivo) e incluso de la voz mazacote.
Otros sufijos con menor difusión son usados en zonas rurales
con redes de comunicación poco extensas. Por ejemplo en el
área de influencia del quechua boliviano se emplea el sufijo
de flexión verbal -rpa que indica acción súbita,
brusca, rápida, definitiva o total.
Soplarpar ´soplar rápida
y repetidamente´.
Acabarpao ´totalmente acabado´.
Sustarpiar ´asustar intensamente´.
También se utiliza el sufijo de flexión
verbal -chi, con sentido causativo, de hacer algo:
Gritachir ´hacer gritar´.
Reventachir ´hacer reventar´.
Este mismo sufijo seguido del reflexivo -co, ya considerado, es un constituyente de la voz misachico ´ceremonia religiosa en la que se lleva
en procesión la imagen de un santo desde la casa del dueño,
hasta la iglesia, donde a veces se le dice una misa´. El significado
etimológico de este sustantivo es ´hacer decir misa´.
También se emplea el sufijo -chi seguido
del sufijo -na, ya analizado, en la voz cortachina ´varias especies de plantas medicinales´,
que etimológicamente significa ´cosa que hace cortar
o que deja cortar´.
Se podría citar algún otro
sufijo usado en el español rural regional, incluso unido a
tema español, pero su recurrencia es menos frecuente que la
de los citados como ejemplo.
2.1.3. Otro tipo de aculturación lingüística
regional pertenece al campo de las relaciones gramaticales.
La toponimia del Noroeste incluye más de un centenar
de denominaciones formadas por dos sustantivos españoles que
forman una frase según el modelo quechua especificador
+ núcleo. Por ejemplo: Punta Corral ´corral de la punta´, Timón Cruz ´Cruz de Timón´, Mula Aguada ´aguada
de la mula´, Lechuza Pozo ´pozo de la
lechuza´, Unco Esquina ´esquina del junco´, Potrero Bajada ´bajada del potrero´, Oveja Paso ´paso de la oveja´, Buey Rodeo ´rodeo del buey´, Brea Loma ´loma de la brea´, Ceibal Rincón ´rincón del ceibal´, Hoyo Cerco ´cerco del hoyo´, etcétera.
En el español regional se emplea más de una
cincuentena de construcciones similares con el sustantivo quichua sacha ´monte´ seguido por un sustantivo
español o quichua. Generalmente se trata de nombre de plantas
o animales a los que se clasifica como especies ´del monte´
o ´silvestres´, en oposición a las especies ´de
Castilla´. En otras ocasiones se une a denominaciones de profesiones
y oficios y tiene el sentido de ´cuasi, seudo o falso´.
Algunos ejemplos son: sacha col, sacha
higuera, sacha lazo, sacha limón, sacha pera, sacha sandía,
sacha cabra, sacha ganso, sacha pava, sacha pollito, sacha médico,
sacha maestro, sacha carpintero, etc. Para Lajmanovich
se trata de construcciones acuñadas por los españoles
y no las considera fenómeno de substrato [10].
Por tradición gráfica se suele
escribir los dos componentes aglutinados formando un sustantivo compuesto
con estructura sintáctica.
Otro préstamo del quechua es el uso de lo redundante junto a objeto directo expreso y sin
concordancia de género. Corresponde al empleo frecuente en
quichua del sufijo de flexión verbal -pu, indicador
de que la acción no es en beneficio del actor y que tiene
un objeto directo o indirecto de tercera persona. Por ejemplo: te lo vamos a cortar la soga; Tocámelo la chacarera;
Atajámelo la yegua; Me lo querían abrir la puerta; No
me lo ha curao mis plantas; Escríbamelo una carta; Quiero que
me lo hagan no más la escritura; Tomemeló la mitarcita
siquiera, etc. Este uso del lo no sólo es común
en el habla rural sino también en el habla urbana del Noroeste.
Otras construcciones calcadas de la sintaxis quechua hacen uso
del gerundio. Un caso es el empleo de ¿Que
diciendo? o ¿Que haciendo? Con el
significado de ´¿Por qué?´, ´¿Como?´.
Tales expresiones son la traducción del quichua ¿imata nis? e ¿imata ruas?, respectivamente.
Por ejemplo: ¿Qué diciendo has quebrao los güevos?;
¿Que haciendo te has lastimao?.
En los bilingües es muy frecuente el empleo de gerundios: Así siendo ´siendo así´; Estoy aconstumbrada a agua llovida tomando; Tía Marcelina viniendo nos reta; ¡Que
podiendo ver!; Pechiaban carne pa la madre diciendo;
Me he venido olvidando ´me he olvidado´, etcétera.
Posiblemente el frecuente uso de frases verbales con gerundio en
le español regional del noroeste sea debido en parte, al influjo
del quechua.
En el campo de la sintaxis existe una variación
más grande que en otros aspectos del habla, dependiente del
grado de relación que poseen los hablantes con otros niveles
de iteración social, mas amplios que el meramente local.
Un curioso recurso con función
semántica es al reduplicación de las palabras generalmente
adjetivos, pero también adverbios, sustantivos y gerundios.
El grado de significación disminuye para indicar posesión
´a medias´ de una cualidad o condición, o realización
a media de una acción.
En quichua santiagueño se ha documentado unos cincuenta
ejemplos de este tipo de reduplicación cuyo modelo podría
extenderse a todos los adjetivos e incluso a otras clases de palabras.
En otros dialectos quechuas la reduplicación posee valor aumentativo,
por lo cual habría que pensar en un fenómeno de substrato
prequichua, quizás del kakán (la lengua de los diaguitas),
hipótesis que podría basarse en la existencia de voces
regionales no quichuas, de etimología desconocida, que son
evidentes reduplicaciones: chalchal, puspus (vegetales); plusplus, ulpulpa (arácnidos); shirashira (insecto); shujshuj (pez); colcol,
huilbuil (aves); joijoi (una canción
tradicional).
Ejemplos de empleo de reduplicación
de voces españolas en el español regional del Noroeste
son crudo crudo ´medio crudo´, duro duro ´medio duro´, frío
frío ´medio frío´, flaco
flaco ´medio flaco´, oscuro oscuro ´medio oscuro´, sonso sonso ´medio
sonso´, tonto tonto ´medio tonto´, ronco ronco ´medio ronco´, ralo ralo ´medio ralo´, durmi
durmi ´medio dormido´, chapu
chapu ´mal hecho, a medio hacer´, barro
barro ´medio barro´, tira tira ´rotoso´, lejos lejos ´de cuando en cuando, distanciado
uno del otro´, poco poco ´medio poco´, encima encima ´uno tras otro uno sobre otro´, cerca cerca ´medio seguido´, pasando pasando ´uno que otro´, pensando pensando ´medio pensando´, lana lana ´medio tonto´, etcétera.
Un rasgo estilístico y mental atribuible
también al quechua es el frecuente uso de expresiones dubitativas: !Cómo sería¡, !Cuanto costaría¡,
!Por dónde andaría¡, !Vaya a saber qué
comería¡. Ellas se emplean no solo para ponderar sino
también para responder incluso cuando el interrogado conoce la
respuesta exacta.
3. CONCLUSIONES
El contacto entre las lenguas da lugar a
la difusión y adopción de rasgos en todos los niveles
estructurales.
Dicha aculturación lingüística debe ser investigada
en los diversos modelos y estilo de habla. La focalización
en el habla urbana puede llevar a errores por inadvertencias de fenómenos
de difusión que sólo se pueden documentar en el habla
rural.
El contacto entre dos lenguas de distinto
nivel sociocultural da origen a un préstamo mutuo, aunque es
mayor el influjo de la lengua dominante sobre la dominada que lo
inverso.
En las áreas bilingües se suele hablar de "malas
traducciones" al hablar en español o de "mal dominio" de
esta lengua. Lo mismo podría decir un hablante de quechua cuzqueño
con respecto al quichua de Santiago del Estero cuando, en realidad,
se trata de otro dialecto resultante de un prolongado contacto entre
dos culturas. Las formas dialectales y subdialectales no deben ser
desdeñadas desde un punto de vista teórico; pensemos
que las lenguas románicas se originaron, sin duda, en un "mal
dominio" del latín (el "latín vulgar").
La realidad lingüística es muy
compleja; en toda comunidad existe el buen hablante y el mal hablante,
pero el habla viva es un continuum dialectal con varios
niveles y estilos, todos ellos importantes para el estudio del cambio
cultural en sentido amplio, ya que el cambio de normas lingüísticas
es parte integrantes de un proceso de cambio de pautas culturales.
El quechua, como lengua de substrato y de adstrato, ha cedido al
español del noroeste rasgos fonéticos, fonológicos,
morfológicos, sintácticos y léxicos, más
abundantes en el habla rural que en la urbana. A su vez el español
ha dado, en todos los niveles estructurales, a los dialectos quechuas
hablados en la argentina, en especial al santiagueño, un caudal
mayor de rasgos, que no se analizan en la presente contribución.
RICARDO L. J. NARDI
Instituto Nacional de Antropología
- Argentina.
1976/77
NOTAS
1.- Cfr. MAX LEOPOLD WAGNER, Lingua e dialetti
dell´America Spagnola, Firenze, Ediz, "Le lingue estere", 1949,
pp 70-72; BERTIL MALMBERG, "L´Espagnol dans le Nouveau Monde.
Problème de Linguistique générale". Tirage á
part des Studia Linguistica (Lund), I (1947), II (1948), pp 7, 37,
65-66; ALONSO ZAMORA VICENTE, Dialectología española,
Madrid, Gredos. 1980, pp 316-317: EMILIO ALARCOS LLORACH, Fonología
española, Madrid, Gredos, p 116. (regresa a Texto Principal)
2.- RODOLFO LENZ, A. BELLO R. OROZ, "El español
en Chile" en BDH, VI, Buenos Aires, 1940, p 249. (regresa a Texto Principal)
3.- Cfr. AMADO ALONSO, "Examen de la teoría
indigenista de Rodolfo Lenz" en Estudios Lingüísticas;
temas hispanoamericanos, Madrid, Gredos, 1953, pp 332-398. (regresa a Texto Principal)
4.- Cfr. AMADO ALONSO, "Substratum y superstratum"
en RFH, III, 3 (1941), p 214; MALMBERG, l cit., 7, 37, 65-66; ZAMORA
VICENTE, ob. Cit., pp. 316-317. (regresa a Texto Principal)
5.- Cfr. RICARDO ROJAS, La Literatura argentina,
ensayo filosófico sobre la evolución de la cultura en
el Plata, 2a. Edic., Buenos Aires, 1924, en "Obras de Ricardo Rojas",
t. VIII, Los Gauchescos, I, pp 192 y 220. (regresa a Texto Principal)
6.- MARCOS A. MORÍNIGO, "Difusión
del español en el Noroeste argentino" en Programa
de filolofía hispánica, Buenos Aires, 1959, p 13. (regresa
a Texto Principal)
7.- BERTA VIDAL DE BATTINI, El español
en la Argentina; estudio destinado a los maestros de las escuelas
primarias, Buenos Aires, Cons. Nac. de Educación, 1964,
pp 67-68 y 104-105. (regresa a Texto Principal)
8.- Cfr.: AMADO ALONSO, l. Cit., 1941, p. 216. (regresa a Texto Principal)
9.- Cfr.: AMADO ALONSO, l cit., 1941, P 216, N.
2. (regresa a Texto Principal)
10.- DAVID LAJMANOVICH. "Sobre el español
de Santiago del Estero", en HuT, III, 8 (1957), pp. 61-62. (regresa a Texto Principal)